Los periodistas, especialmente los que cubren la especialidad de policiales, permanentemente afrontan grandes riesgos ejerciendo su misión. Algunos quedaron inválidos, otros fueron secuestrados, otros sufrieron agresiones y ocho colegas pagaron con su vida el intentar encontrar la verdad en las alturas de Uchuraccay en Ayacucho. Cuando estas desgracias ocurren las familias quedan en el desamparo, pues encuentran que nuestras instituciones periodísticas no están sólidas y no pueden brindar apoyo social a los deudos o al propio periodista que muchas veces ni siquiera está amparado por la seguridad social. Así estamos.
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